martes, 24 de junio de 2008

Iquitos: primera parte?

Iquitos me recibe un mediodía del 24 junio, el vuelo bastante malo y largo, no pensé que demoraría tanto , aterrizamos... a la derecha avionetas estacionadas y algo que trajo mi atención, dos antiguos aviones de pasajeros oxidándose a la derecha de la pista, no logro reconocer el logo de al empresa pero no es conocida... debe llevar muchos años allí, tanto que ya se ve natural y casi formando parte del paisaje, la herrumbre ya ha hecho mella de su estructura y hasta parece mimetizado con su alrededor... me recuerda a los viejos derrelictos que observe en otro blog, debo admitir que encontré cierta belleza a ese montón de hierro oxidado.
Un sol bastante piadoso cae sobre mi y unas nubes blancas esparcidas en un cielo celeste completan el paisaje; a unos metros, una malla separa la pista y una muchedumbre mira entre los entramados buscando seguramente a algún familiar que llega por estas fiestas. Luego de observar a mi alrededor, aspiro la primera bocanada de aire. En cada viaje que hago descubro que cada ciudad tiene un olor particular, esta vez no es la excepción Iquitos huele a.... Iquitos, huele a selva, a arcilla húmeda , veguetación fresca y agua del Amazonas.
Mientras espero mi maleta observo a los recién llegados como yo y noto que todos cumplimos con la ceremonia de inclinar nuestras cabezas y observar como prenden las pantallas nuestros celulares, otro grupo corre a los baños y uno tercer grupo solo mira hipnotizado a la sorprendente faja que avanza aun vacía sin maletas. Creo que nadie se acerca a la ventana a mirar el paisaje, yo me acerco a ella para observar los restos de esos dos aviones que tanto llamaron mi atención; miro a mi alrededor nuevamente, en una esquina un grupo de confundidos turistas gringos echan sus mochilas a la espalda mientras miran lo que parece ser una guia, me hacen recordar a una turista alemana que conocí en Cusco quien tenia un manual para todo, estos mochileros parecen seguir esa regla, unos metros mas allá la típica estampa de la familia humilde cuyas maletas son coloridas bolsas de mercado, al otro lado un yupi se aleja jalando su maleta de chillantes ruedas, por la faja veo llegar algo que llama mi atención: una caja de plástico transparente llena de frutas, luego una enfermera de uniforme turquesa levanta la caja y también se aleja. Como siempre mi mochila es el ultimo bulto en aparecer por la faja, camino hacia la salida mientras mi mente se pregunta a quien se le ocurre traer frutas frescas a la selva, mientras me lamento de haber colocado mi cámara muy al fondo de la mochila, mientras miro a unos niños descalzos rodeando a los mochileros con sus manuales y me río interiormente pensado en que los turistas no encontraran nada en sus guias que les sirva para evitar al tumulto de niños; me río pensando en lo absurdo de llevar piñas y platanos desde Lima a Iquitos; y me río también de mi ingenuidad de creer que no habría ninguna situación interesante que retratar a la salida del aeropuerto.
Iquitos parece darme la mejor bienvenida que pueda esperar, empiezo a sentir unas gotas de lluvia y a lo lejos el sonido de las mismas cayendo sobre las hojas de la vegetacion próxima. La lluvia siempre parece obrar una especie de metamorfosis en mi, me ensalza el animo y los sentidos. Esta vez la alegría de ver la lluvia caer parece no completarse, mi anhelo de terminar mojado de pies a cabeza se ve interrumpido por un taxista que, ofreciendome sus servicios de transporte y con acento charapa, me dice: "no se preocupe joven esta lluvia terminara en un ratito", minutos después descubriré con amargura que tenia razón....